martes, 22 de noviembre de 2011

El reclutado

Ya son varias las horas que hemos permanecido quietos procurando no hacer ruido, pero el ruido de esos hombres armados en la calle nos ponen muy nerviosos y es difícil mantenernos calmados. Casi anochece el ruido de unos motores denota que unos automóviles han entrado a la cerrada. Se escucha la voz de un hombre que pregunta las novedades de la situación y loa hombres armados que permanecieron en la calle toda la tarde le responden que no hay ninguna novedad. La voz que da las órdenes dice que entonces no tiene caso que permanezcan ahí más tiempo. Se les ordena subir a los carros pues, es más urgente su presencia en el cuartel. Por el ruido de las botas supongo que lo hombres obedecen al instante, los motores de los autos encienden y estos se ponen en marcha. La calle queda por un momento en total silencio hasta que un perro ladra a lo lejos.

El sudor rueda por mi frente pues, por un momento los nervios me paralizaron a causa del miedo. Volteo a ver a mis primos y me doy cuenta de que no soy el único, todos ellos se encuentran igual de nerviosos que yo. Un sobrino mío no aguanta más la impaciencia y corre hacia la ventana, solo para asegurarnos de que no había más hombres en la calle. Y aunque esa amenaza se ha ido momentáneamente el miedo no nos deja pensar con claridad que es lo que vamos a hacer de aquí en adelante, pues es notorio que la situación se ha complicado.

En medio de la confusión un ruido llama nuestra atención, parece ser que una mujer llora en la calle. Nadie se mueve porque no sabemos que tan prudente será. Con un nerviosismo notorio una tía se acerca a la ventana y ve que es una vecina la que llora. Se vuelve hacia nosotros y nos dice que nos dice que es la vecina junto con su madre. En un acto de impaciencia mi abuelita les abre la puerta, ellas viven a lado, así que, inmediatamente se dan cuenta de que la puerta se abrió. Ellas se acercan y mi abuelita les dice que entren antes de que alguien nos vea. Ellas llorando nos dicen que ya se fueron y que no hay peligro, mi abuelita insiste y ellas entran en la casa. Les preguntamos que qué es lo que pasa, por que lloran tan desesperadamente, la vecina nos platica que iba con su hijo y madre por la calle camino a su casa cuando un grupo de autos se detuvieron ante ellos y sin mediar palabra se llevaron a su hijo. A la madre le dijeron que su hijo iba a luchar por la patria y que si moría ella se tendría que sentir orgullosa. La vecina no resiste más y rompe en un llanto incontenible. Ahora estamos mas temerosos de salir y nos preguntamos si acaso un día alguien tocara a la puerta para llevarnos y no volver a ver a nuestra familia.



miércoles, 16 de noviembre de 2011

La situación empeora

Se oyen las varias voces en la calle, todas son de hombre pero sobresale una sobre las demás. Es una voz muy gruesa que ordena que se aseguren de que no hay nadie en la calle y de que nadie los ha visto. Se oyen a varios hombres correr, después de unos minutos dejan de buscar, pues no han encontrado a alguien y se han asegurado revisando incluso los autos estacionados afuera de las casas. La voz gruesa da la orden de recoger el cuerpo de aquel hombre y a echar agua sobre el charco de sangre para que esta se disuelva.

 Por el ruido de los hombres moviéndose nosotros suponemos que lo obedecen al momento. Se oye la puerta de un carro cerrándose, enseguida este enciende y los hombres empiezan a gritarse entre si para dejarle el paso libre. Se oye otra vez aquella voz dando órdenes pero esta vez no distingo lo que dice por el ruido del motor del carro en el que seguramente va aquel hombre. El carro acelera, se aleja rápidamente y después y tenso silencio se hace presente en la casa. No sabemos que hacer, pues sabemos que han matado a un hombre pero el miedo que nos invade es tan grande que nos ha dejado mirándonos unos a otros, mudos, sorprendidos y en una oscuridad de la que ahora no queremos salir.

 Las mujeres están muy asustadas y sollozan mientras nosotros seguimos sin movernos hasta que mi abuelita, no se porque lo ha hecho, se levanta e intenta calmarnos. Es sorprendente que justo ella sea quien esté intentado algo, que en esté momento parece muy difícil. Por fin un tío es el primero en moverse, y aunque todos le dicen que no haga nada, el sube a la azotea. No se que intenta hacer pero yo no lo haría, la casa esta justo a media cuadra, y cualquiera que se asomara seria visto desde cualquier lado de la calle. Procurando no hacer ruido baja las escaleras, que por cierto son de un tipo de metal que hace mucho ruido, y camina hasta donde está la sala. Se sienta y nos dice que hay militares vigilando la calle, asegurándose de que nadie salga a asomarse. Nos dice que voltean constantemente a  ver las ventanas de las casas y que son como mínimo diez hombres, no se pudo asegurar porque no podía asomarse con libertad.

Ahora estamos todavía más espantados, pues la situación ha cambiado y se ha complicado de una manera para la que no estamos preparados. Teníamos pensado ir en busca de comida a la calle, antes de que esta empezara a escasear pero dadas las circunstancias será imposible hacerlo. No sabemos cuanto tiempo vigilen de ese modo la calle pero mientras eso no cambie tendremos que quedarnos aquí, en silencio y esperando a que las armas de esos hombres no apunten hacia nuestra casa.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Un confuso despertar

(Final))

Abro con dificultad los ojos, todavía con un dolor en la cabeza. Siento algo raro en la cabeza, es una venda. No sé que paso después de que caí en el asiento del carro ni que ocurrió en el trayecto o a que hora llegamos. Me levanto y camino hacia el espejo que está al pie de la cama. Miro el vendaje que me pusieron y me parece exagerado pero no digo nada. Mientras estoy mirándome en el espejo oigo ruidos en la cocina, caminó hacia allá y me doy cuenta de que acaban de servir la mesa y todos comen con ansias. Todos se sorprenden al verme entrar en la cocina, y me parece broma pero como un coro preguntan si estoy bien. Yo les respondo que sí, que no hay problema, sin embargo, nadie me cree. Me siento al lado de mi sobrino, el cual insiste con la misma pregunta, y yo le respondo que no se preocupé por mí. Me sirven un plato con frijoles y arroz, me dan una cuchara y empiezo a comer. Me levanto para servirme un vaso de agua pero sorprendentemente tambaleó al dar un par de pasos y todos se levantan rápidamente para ayudarme, me regresan a mi silla y mi tío me pregunta si me quiero recostar, pero yo le respondo que no pues me siento bien y que solo necesito agua, siento mucha sed. Acabamos de comer, afuera está anocheciendo y un primo intenta encender la luz y nos damos cuenta de que otra vez no hay. Es complicado movernos en la oscuridad, así que, prendemos varias velas y las colocamos en lugares donde podrían ser de más provecho, un par en la sala, otro en el comedor, uno más en el baño y un par más en cada recámara.
   Me lleva mi tía al baño y me cambia la venda, primero me lava la herida con agua y con jabón y después con alcohol, esto último es doloroso pero necesario para evitar una infección. Al terminar nos dirigimos a la sala ahí están todos. Yo les comento a mis familiares que no se cuanto tiempo dormí y uno de mis tíos me contesta que dormí todo un día y que necesitó descansar para recuperarme. Me llevan a la cama y salen de la recámara. No me gusta estar aquí porque el tiempo se va muy lento y yo me la paso acostado boca arriba tratando de dormir sin éxito. Estoy a punto de cerrar los ojos cuando un ruido fuerte me despierta, oigo como todos empiezan a correr y las mujeres gritan desesperadas que se alejen de las ventanas. Mi madre abre la puerta y me grita que no me asome, preguntó que es lo que pasa, pero ella solo me dice que no me levante. Le digo que está bien pero que ya no me grité o me diga que pasa. Lo que se oyen son varias detonaciones en la calle, una tras otra, sin parar. Un vidrio se revienta y todos gritamos, ya que estamos a oscuras y no sabemos si correr o quedarnos quietos. El ruido se deja de oír y todos permanecemos quietos. Después de unos minutos todos empiezan a moverse y se preguntan si los demás están bien. Nadie está herido pero todos estamos asustados. No sabemos que está pasando en la calle, por el momento decidimos no salir a averiguar.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Fuera de casa

(Final)


La luz del sol entra  a la recámara y me despierta. Miró a mi alrededor y veo a mis dos tíos durmiendo. Son apenas las seis de la mañana pero ya no puedo dormir, así que, me levanto y voy al baño. Me preocupa que pueda estar pasando en mi casa y empiezo a meter las bolsas del súper mercado al carro para que la salida pueda ser más rápida.
   Enciendo la radio para escuchar alguna estación en la que se informe de la situación, sin embargo, no hay señal sólo estática en todas las frecuencias; tampoco en la televisión hay algo, es como si todo desapareciera de pronto. Mientras mis tíos siguen durmiendo entró a la cocina para hacerme una taza de café, ya que es temprano y hace frío. Después de tomar mi café intento lavar la taza pero me doy cuenta de que tampoco aquí hay agua. Por la ventana miro a la calle y veo a dos señoras caminando con dos cubetas de agua cada una, creó que les pesa mucho porque caminan con dificultad. Al observarlas detenidamente me doy cuenta de lo sucio de sus ropas, es posible que al igual que nosotros no hayan salido a la calle en varios días. En sus caras se nota el miedo y miran en todo momento a su alrededor pero sin detenerse. Recorren dos cuadras y suspenden su marcha frente a una vieja casona. Un hombre les abre la puerta, ellas entran mientras el hombre echa un vistazo a la calle para asegurarse de que nadie las siga. Salgo de la cocina y voy al patio para ver el carro, sólo para asegurarme de que nada le haya pasado, pues la experiencia de ayer nos dejó con la sensación de que en cualquier momento podrían meterse a la casa. Todo está bien y nada le ha pasado al carro. Entró de nuevo a la casa y tomo una revista que esta sobre la mesa, me siento en el sillón y empiezo a leer. Casi acabo de leer la revista cuando veo a mi tío salir de la recámara, me saluda y pregunta si todo está bien. Yo le contesto que no hay ningún problema y que el carro está listo para que nos vayamos. Él me dice que tenemos que esperar a que mí tío despierte. Después sube a la azotea para buscar ropa, mientras mi tío Luis está en la azotea mi tío Mario despierta, no lo veo levantarse pero creo que está asustado porque no vio a alguien más en la recámara. Grita nuestro nombre y yo le respondo, él salé de la habitación y cuando me ve se le quita la cara de asustado. Mi tío Luis baja de la azotea y nos pregunta si no queremos una taza de café antes de irnos. Yo le respondo que ya tome una, pero mi tío Mario le dice que sí. Ellos toman su café y yo subo a la recamara para asegurarme de que no se nos olvide algo. 

Mis tíos salen en el carro de la casa mientras yo cierro la puerta. Vemos a tres hombres que salen de la casa de frente. Subo al carro y nos dicen que les demos algo de comida. Mi tío Luis les dice que no tenemos y que solo estuvimos en la casa para dormir. Ellos nos dicen que no miéntamos porque saben que tenemos comida, pues nos vieron llegar. Mi tío les repite que no tenemos nada. Uno de ellos se enoja y arroja una piedra. Rompe la ventana y me pega en la nuca; yo caigo en el asiento del carro y sólo escuchó que mi tío acelera. Todo se vuelve negro y pierdo la conciencia.