sábado, 15 de octubre de 2011

Un sueño interrumpido

Es la madrugada del 18 de septiembre, y algo qué pensábamos qué no sucedería en el futuro inmediato, nos ha despertado con sorpresa. Estados Unidos ha decidido cobrar su parte de nuestra deuda exterior.
En los primeros minutos de esté día las instalaciones petroleras del país, en el golfo de México, fueron tomadas por marinos estadounidenses. Nuestras fuerzas armadas reaccionaron rápidamente y defendieron las instalaciones petroleras. Los puertos qué tuvieron qué enviar a sus tropas al combate, se encontraron de pronto sin efectivos qué defendieran la posición. Fue así qué soldados estadounidenses, desembarcaron en nuestras costas, con muy poca oposición.
Mientras esto sucedía en las costas de México, la capital del país era azotada con un ataque sin precedente. Todas las instalaciones militares ubicadas en la ciudad y en la zona metropolitana eran bombardeadas, al igual que  instalaciones televisivas, de radio, centrales camioneras, y el aeropuerto. Este ataque fue posible por una razón: en el momento del asalto a nuestros pozos petroleros todas las tropas y radares disponibles se ocuparon solo en ello y no advirtieron la invasión del espacio aéreo mexicano por parte de aviones enemigos.
Vivo a diez minutos del aeropuerto y fue por eso que el estruendo de las bombas me despertó, fue inevitable, despertar con una sensación de miedo qué nunca había tenido.
La casa se cimbraba desde sus cimientos y el ruido del bombardeo parecía que iba a reventar las ventanas. Me dirigí corriendo hacia la puerta de la recamara, medio dormido y con pasos titubeantes llegue hasta la puerta donde un fuerte temblor hizo que perdiera el equilibrio y cayera, era el fin del bombardeo. Con una cara horrorizada vi salir a mi madre y abuela de sus recamaras, mi madre me pregunto si estaba bien mientras mi abuela se dirigió rápidamente al teléfono para llamar a mis familiares y preguntarles si se encontraban bien.
La respuesta a mi abuela fue positiva en todas sus llamadas, y mientras ella hablaba por teléfono, mi madre y yo encendíamos la televisión para saber que era lo qué ocurría.
Un par de minutos después de esperar con la televisión prendida pero sin señal, el noticiero de las mañanas comenzó.
El presentador se apresuro a decir que lugares habían sido atacados, y a dar el dato importante de qué a todos los atacaron al mismo tiempo. Era impactante ver las imágenes del aeropuerto reducido a llamas y escombros con todo ese humo saliendo del lugar. No menos sorprendente fue ver por televisión al ejército mexicano tan mancillado e impotente ante la situación, y al ejército norteamericano entrar tan fácilmente en nuestro territorio, tomando a su paso todas las ciudades. Acabado de ver el video del ataque, el presentador se despidió, y dijo que volverían en cuanto tuvieran más información.
Apagué la televisión y vi llorar a mi madre y abuela asustadas por todo lo que estaba pasando, confundidos como era natural estar en tal situación, rápidamente nos apresuramos a vestirnos  y mientras lo hacíamos, tocaron a la puerta de la casa. Era mi tío con su esposa y sus dos hijos, nos abrazamos y fue inevitable que las mujeres rompieran en llanto asustadas.
En el trascurso del día el resto de la familia llegó a mi casa por lo que el lugar se ha convertido en el refugio improvisado de la familia. Hemos decidido quedarnos todos aquí hasta ser informados totalmente de lo qué pasa. Ya es de noche y nadie quiere dormir pero lo tienen que hacer, dos primos y yo nos hemos ofrecido para hacer la guardia nocturna, a fin de que los demás descansen. Ellos duermen mientras nosotros aguardamos en la azotea, contemplando a la ciudad en una inquieta calma, esperando el amanecer con el lento transcurrir de las horas en una fría madrugada.



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